El campo poblano está experimentando una transformación sin precedentes. Alejadas de
narrativas convencionales, las mujeres están redefiniendo la producción de sorgo en el estado,
convirtiendo un cultivo resiliente en el epicentro de la innovación tecnológica y el
empoderamiento femenino. Su labor no solo incrementa la productividad, sino que también
establece un modelo de desarrollo rural más equitativo.
En México, el sorgo se consolida como el tercer cereal más producido, detrás del maíz y el frijol.
Esta relevancia es notable en Puebla, donde, según datos del Sistema de Información
Agroalimentaria de Consulta (2024), se siembran más de 21 mil hectáreas en 53 municipios.
Destacan Tepexco, Huaquechula, Atzitzihuacán, Acteopan, Chiautla e Izúcar de Matamoros,
que en conjunto aportan una producción anual superior a las 93 mil toneladas.
Este cereal milenario y adaptativo se posiciona como una alternativa clave gracias a su
resistencia, sostenibilidad y valor nutricional. Particularmente en la Mixteca poblana, una
de las regiones más desafiantes por sus condiciones climáticas, el sorgo ha emergido como
una solución para la seguridad alimentaria y la sostenibilidad económica. Mientras otros
cultivos luchan contra la escasez de agua y la degradación del suelo, el sorgo se erige como
una opción inteligente. Sin embargo, su éxito no se basa únicamente en su resiliencia natural;
se fundamenta en una estrategia de modernización agrícola que ha colocado a las mujeres en
un rol central.
La esencia de esta revolución radica en la adopción de paquetes tecnológicos de última
generación. Mediante la entrega de semillas de alta calidad otorgadas por el Gobierno de
Puebla, a través de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural, y adaptadas a las
condiciones específicas de la Mixteca, se ha logrado un salto cuantitativo en los rendimientos.
Datos técnicos de empresas líderes en el sector, como Asgrow y Bayer, confirman que las
parcelas de estas productoras están alcanzando rendimientos de entre 6 y 8 toneladas por
hectárea en temporal. Esta cifra supera significativamente la media nacional, asegurando
una mayor rentabilidad y dignificando la labor agrícola.
El impacto del proyecto va más allá de la productividad, pues se trata de un empoderamiento
femenino integral. Históricamente relegadas a roles secundarios en el campo, las mujeres
están asumiendo el liderazgo, participando activamente en la toma de decisiones y liderando
la implementación de nuevas técnicas de cultivo. Este protagonismo es el resultado directo de
la correcta aplicación de políticas públicas que han impulsado la inversión en tecnología e
insumos.
La innovación es el motor de esta transformación. Estas agricultoras demuestran que el futuro
del campo mexicano reside en la tecnificación. Su ejemplo prueba que, con el apoyo y las
herramientas adecuadas, el sector agrícola puede prosperar incluso en las condiciones más
adversas. El sorgo, en este contexto, no es solo un cultivo; es el símbolo de una nueva era en
la agricultura poblana, donde la resiliencia y la innovación se fusionan para crear un futuro
más equitativo y productivo. El caso de las productoras de sorgo en Puebla es un claro ejemplo
de la invaluable labor de las mujeres en la agricultura y las posiciona como pioneras en la
modernización del campo mexicano.