Ayer se dio a conocer que el bebito que fue encontrado sin vida en un bote para basura en el penal de San Miguel, murió por asfixia mecánica por sofocación, contaba con seis de vida al momento de su muerte y presentaba una incisión abdominal a la altura del apéndice que indica que había sido intervenido quirúrgicamente antes de su asesinato.
Esta historia de terror lamentablemente aún no tiene un claro final, ni una explicación de cómo es que ingresó el menor, quién lo mató y quién lo dejó en el basurero, lo único que es un hecho es que no nació ahí, eso lo confirmó hoy el gobernador del Estado, Miguel Barbosa, acto que calificó como “gravísimo”.
Lo que no nos confirmó es si ya tienen la posible sospecha o al menos, si ya revisaron las cámaras de seguridad del penal. Todo se reduce a declaraciones como “la Fiscalía General del Estado, ya se encuentra trabajando en eso”, entonces quién y cuándo nos dirán a los poblanos cómo castigarán este crimen que ha conmovido a la sociedad no solo de Puebla, sino de un país entero.
Minimizar un acto tan atroz como este, tanto por parte de las autoridades como de los ciudadanos, refleja la magnitud de interpretación que tenemos hacia este tipo de acontecimientos, donde la corrupción, los asesinatos, la crueldad y la falta de valores ya son el padre nuestro de cada día.
Corrupción porque al penal está prohibido ingresar con menores, esto indica que la persona que entró con el bebé, probablemente ofreció dinero a algún guardia para que pudiera pasar; asesinato porque la necropsia arrojó que murió por estrangulamiento; crueldad al ver la imagen del cuerpo del bebito, envuelto en una cobija de figuras color beige, con rastros de sangre que desgarran el alma y te erizan la piel y la falta de valores empezando por el sistema de justicia en el país donde precisamente justicia, es lo último que recibe quien la necesita.
Hoy exigimos justicia para un ser que no pidió nacer y mucho menos morir. Un bebé que es el claro ejemplo de lo que se puede encontrar y desarrollar al interior de un penal, mismos que se encuentran abarrotados, con muchos casos sin sentencia, con una impartición de una supuesta justicia en la que manda el más fuerte o el que más malandros tenga de su lado, esa justicia en la que la moneda de cambio es recibir favores de todo tipo y sobretodo una en la que todo mundo desde reclusos, familiares, trabajadores y representantes del penal, así como autoridades del gobierno federal y estatal son parte de un círculo que nadie se atreve a cortar porque es un efecto dominó en el que si cae uno, caen todos y eso no le conviene a los últimos tres enlistados.
¿En verdad la secrecía se requiere para alcanzar la verdad o es que callar le queda mejor al gobierno ante una respuesta que no se atreven a dar?