La Toma de Protesta de Joe Biden como nuevo presidente de EEUU, trae una sensación de alivio a nivel mundial. Regresa la sobriedad y la seriedad a la embestidura presidencial. El primer gran reto de Biden radica en reconciliar al pueblo estadounidense, que llegó a una polarización, a una desunión nunca antes vista. La simpatía por su antecesor, Donald Trump, terminó por rayar en el fanatismo que tuvo un desenlace hasta hace poco imposible de imaginar con la toma del Capitolio.
“Este es el día de Estados Unidos, de la democracia”, así empezó su intervención el ahora presidente Joe Biden. En lugar de hablar de su persona y sus múltiples cualidades, se enfocó en la voluntad de la gente. En evidenciar la fragilidad de la democracia, pero también el hecho de que se ha mantenido en una nación a pesar de que ha estado dividida. Rompiendo con una tradición, Trump no se hizo presente durante la Ceremonia.
En todos los discursos se habló de unidad, libertad y ayuda mutua. La diversidad e inclusión también se dio en el juramento a la bandera con lenguaje de señas incluido. Un cambio de actitud, de estrategia y de modo de forjar el futuro. Ante todo, buscan que los Estados Unidos dejen de estar divididos y hacerse ver como una nación cimentada en toda clase de nacionalidades. La palabra “unidad” fue fundamental. Se pidió eso, empezar a reconstruir lo que une a los estadounidenses, y si bien no perfecta, la unión buscada por los padres de Estados está basada en las diferencias.
Resultó muy evidente el discurso nacionalista de Biden. No podía ser de otra forma. EEUU se encuentra en una situación nunca antes experimentada. Aquellos que en otro tiempo invadían países para llevar la democracia y devolver la paz, ahora lo tienen que hacer en su propio territorio. La capital estadounidense se vio invadida por 25,000 soldados para garantizar una pacífica transición de poderes. Hasta la tarde de este miércoles, todo estaba en calma y no ha ocurrido ningún tipo de disturbio o desorden social.
Qué maravilla escuchar a un presidente hablar de su país y no de sí mismo. Se agradece Joe Biden haya centrado su discurso en unificar a una nación dividida y reconocer la aparente supremacía racial como un problema. La reparación y compromiso con la democracia parecen empezar a definir su gobierno. Un mensaje muy emotivo, hablando de unidad, inclusión, no al racismo, paz, de vecinos no adversarios, y que como Nación trabajen en equipo para salir adelante.
Que diferencia ver a un jefe de estado llamando a la unión y reconciliación, después de tanta división.
Lamentablemente, en México tenemos a un presidente que, a pesar de tanta fragmentación, sigue incitando a la polarización. Existen políticos que vilmente se aprovechan de las circunstancias, pero no dejará de haber fragmentación mientras haya pobreza y desigualdad y eso no depende del discurso. La polarización no es un tema de forma sino de fondo. Las ideologías al final son solo herramientas para la manipulación por parte de quienes están o aspiran a estar en el poder, se usa la teoría para infectar y al final ellos son más pragmáticos.
En ese sentido, Trump será recordado por sus comentarios racistas, desde decir que los inmigrantes mexicanos eran criminales y “violadores”, hasta el calificar como “gente muy buena” a supremacistas blancos en Charlottesville.
Trump fue uno de los presidentes más antiinmigrantes de EU. Separó a miles de niños de sus padres, prohibió la entrada de musulmanes, evitó que miles pidieran asilo dentro de EU y redujo la inmigración a los niveles más bajos en años.
Trump, de alguna manera, convenció al presidente López Obrador de formar un “muro humano” en la frontera de México con EEUU. Este muro, formado por miles de soldados mexicanos, efectivamente fue pagado con nuestros impuestos. Trump no se cansó de agradecer a AMLO la cortesía de ayudarlo a cumplir con la promesa de que levantaría un muro y México pagaría por él. Al final, lo logró.
Trump será recordado por autoritario y antidemocrático. No reconoció su derrota electoral. Recordando que Biden tuvo 7 millones más de votos que él, y fue acusado en el Congreso por “incitar una insurrección” el mismo día que se certificaba la victoria de su contrincante.
Es probable que la historia lo recuerde como el peor presidente de la historia de EEUU por alentar el racismo y las divisiones internas, minimizar la pandemia de COVID-19 que ya dejó 400,000 muertos, e instigar el ataque al Capitolio que amenazó la democracia de EEUU. Este fue el principal factor que le costó la elección a Trump. Su manejo de la pandemia fue desastroso. Probablemente causo miles de muertes que se podrían haber evitado si el presidente no hubiera minimizado el COVID-19, y si no se hubiese reído de quienes usaban cubrebocas.
Joe Biden de inmediato se ha puesto a trabajar, ya adelantó que parará la construcción del muro fronterizo con nuestro país y ha iniciado con 17 decretos para revertir muchas de las decisiones de su predecesor. Anunció también el regreso al Acuerdo de Paris y con ello comprometer a Estados Unidos a disminuir los niveles de contaminación en el orbe. También anunció la obligatoriedad en el uso de mascarillas.
El mundo recibió con alegría al nuevo presidente. Los mercados financieros llegaron a un nuevo máximo histórico y hasta el peso mexicano llegó a su mejor nivel en varios meses. Trump significó un caos no solamente para EEUU, sino para el mundo entero, esperemos que Biden pueda empezar a dar orden a ese caos. Termina una era de culto a la personalidad de un hombre carismático, pero ignorante, y empieza una era donde la demagogia ya es mal vista en muchas partes del mundo, empezando por los propios EEUU.