Los primeros meses de la pandemia, cuando todavía había quién creía que el virus no era real, aquellos días en que muchos afirmaban que era una maniobra de los chinos para comprar empresas baratas, otros afirmaban que el virus siempre había existido y solamente era “una gripe muy fuerte”. Esos días cuando se escaseó el papel higiénico mientras que el presidente López Obrador hablaba de que no se iba a enfermar quien tuviera a la mano su “detente y su Corazón de Jesús”.
Cuando López Gatell era todo un rock star y afirmaba triunfante que solamente sería un mes de confinamiento. Cuando el gobernador Barbosa se tomaba su vacuna contra el coronavirus elaborada con de mole de guajolote en Ajalpan. Que lejos se escuchan aquellos días.
Ahora, 115 mil muertos después, sabemos que el virus es real, muy real, tan real que todos sabemos de un vecino, un conocido, un familiar, que luchó y perdió contra la mortal enfermedad. Se calcula que hay 70 millones de personas contagiadas en México, la mayoría asintomáticos.
El mexicano que muere por coronavirus es más joven que en el resto del mundo. La mitad de los decesos en exceso tenía menos de 65 años. En países como Francia, Italia y España, la población menor de 65 años no alcanza ni el 5 % del exceso de mortalidad. Esto es en México, quienes se contagian y mueren por este virus pueden ser de cualquier edad. No importa si son mayores o menores de 65 años, en México, se están muriendo de cualquier edad.
Resulta hasta lógico pensar que sea de esta forma. Tenemos unas autoridades que dan ciertas indicaciones, pero que ni ellos mismos siguen, los mensajes son ambiguos, contradictorios. La mayoría de la población ya ha banalizado los mensajes de uso de cubrebocas y sana distancia.
El círculo se está cerrando, el virus nos está ganado la batalla. Ante un gobierno irresponsable, que se lava las manos culpando a la población por la catástrofe en que se está convirtiendo esta pandemia, no queda más que hacer consciencia de lo que está sucediendo.
Se tienen que tomar medidas drásticas. No espere que el gobierno lo haga, no le interesa, pues es reconocer su enorme fracaso en el manejo de la pandemia. No, en el gobierno seguirán pensando que el Dr. López Gatell es presidenciable y un genio a nivel de exportación. El presidente seguirá pensando que el cubrebocas daña su imagen y que la pandemia está “domada”, aunque en el fondo, estén muy conscientes de que sobre sus hombros pesa la responsabilidad de no haber alertado con tiempo y atingencia a la población, misma población que ahora culpan por sus malas decisiones.
Hay que decir las cosas claras, estamos en el peor momento de la pandemia, se tiene que actuar con prudencia. ¿De qué sirve salir a un centro comercial a adquirir los regalos de navidad, si eso implica que quizá esos regalos ya no sean entregados por quien los compró? ¿Valdrá la pena arriesgar a nuestros seres queridos por una cena o un convivio que puede ser el último de sus vidas?
Esta Navidad el regalo más grande será el de la vida. Hoy nos toca defender nuestra salud y de nuestros seres queridos. Porque, aunque hay quien diga que ya no mueren tan fácilmente los enfermos de COVID, esta cruel enfermedad deja secuelas en todos los órganos vitales, quizá no mueran de inmediato, pero su esperanza de vida será disminuida considerablemente. Además, la enfermedad es muy dolorosa. ¿De verdad, es necesario arriesgar tanto por tan poco?
Es tiempo de ser prudentes. Es tiempo de demostrar Amor cuidando lo más valioso que tenemos: la vida misma.