El niño Andrés Manuel

El niño Andrés Manuel

La cancelación del NAICM nos da una lección muy importante, y el niño Andrés Manuel la tiene muy bien aprendida. Cuando no te importan las consecuencias no hay líneas que no puedas cruzar. Si la Constitución, aquella que juraste guardar y hacer guardar, te impide cumplir tus caprichos, la Constitución está mal, y hay que cambiarla, a cualquier costo. 

“Si se determina que el cambio en ley eléctrica es inconstitucional, pediré reforma a la Constitución”, dice el niño Andrés Manuel en su mañanera, con un tono muy autoritario, amenazante, que raya en el delirio de un niño caprichoso que culpa a todo y a todos porque sus deseos no son cumplidos como él quiere que se cumplan. Cuando Andrés Manuel dice. “Yo estoy seguro que no es inconstitucional”. Queda claro que el niño no conoce la constitución.

Al niño Andrés Manuel no le importa romper alianzas, no le interesa el bienestar de sus gobernados, no le importan tratados internacionales, no le interesan las formas, únicamente le interesa el fondo, un fondo que tiene una muy clara intención de perpetrarse en el poder, de mantener el mando del país a toda costa, contra todo y contra todos.

Amenaza a empresa de capital extranjero, cuando éstas empresas contribuyen a que nuestra economía no se vaya completamente al piso. Amenaza a prensa y periodistas críticos, cuando en México hoy en día, mueren asesinados más periodistas que en un país en guerra. Amenaza de reformar la constitución a modo de sus caprichos, aunque éstos estén fuera de toda proporción racional. Amenaza a Jueces que otorgan amparos para detener un capricho que pone en riesgo el presente y futuro de México. Amenaza a abogados cuyos clientes sean extranjeros, amenaza a todo aquel que no le aplauda. Aquel que se atreva a no aplaudir al niño Andrés Manuel es un traidor a la patria, y será perseguido y sentenciado sin juicio de por medio. 

El niño consentido de Palacio hace un berrinche cuyo pataleo traspasa las fronteras de nuestro país, y hace eco en asociaciones de abogados en Estados Unidos, en congresistas en Washington, en países participantes del acuerdo de París, que buscan un planeta más limpio para futuras generaciones. Sus gritos y lamentos se escuchan por todos los rincones del planeta. Al niño no le interesa lo que piensen de él en otros países, le interesa que lo escuchen y le pongan toda la atención aquellos que pueden cumplir sus caprichos: los ciudadanos que lo llevaron al poder, y que pagan con sus impuestos, cualquier locura, cualquier error del niño Andrés Manuel.

Estos ciudadanos están representados por diputados y senadores, estos son los “padres” consentidores que hacen absolutamente cualquier cosa por complacer al niño, con tal de que no se enoje y haga berrinche. Porque enojado, es muy agresivo, violento, y no le importan las consecuencias de sus actos.

El precio por ser demasiado consecuente con un niño, es verlo convertirse en un tirano. Un tirano no sigue las reglas, no respeta formas, no hay más moral que la suya, por muy distorsionada que ésta sea. La ley se debe adaptar a su capricho. No hay más leyes que las que le sirvan al niño para cumplir sus deseos, por más irreales que éstos sean.

El niño Andrés Manuel solo tiene una persona en mente y es la que ve cuando se para frente al espejo.  El niño piensa, en su reducida mente, que es todopoderoso, que el poder es suyo y será eterno. El problema es que este niño es solamente un ser humano con fecha de caducidad. El niño malcriado tiene límites, aunque en sus delirios se niegue a aceptarlo.

El niño Andrés Manuel no puede verse en otro lugar dónde no sea el centro de atención, no entiende que el tiempo es un recurso limitado, no entiende que aquellos que hoy le aplauden y agachan la cabeza cuando camina frente a ellos, tienen sus propios intereses. La posición que tiene no es permanente, aquellos diputados, senadores secretarios de estado que hoy hacen hasta lo imposible por cumplir sus caprichos, también tienen los recursos limitados. No hay dinero suficiente en el este país para cumplir todos los deseos de un niño encaprichado.

    El niño Andrés Manuel habla de retirarse, de madurar, pero eso es solamente un engaño. Para crecer, necesita dejar el poder, convertirse en un demócrata, un demócrata es aquel que se adapta a la ley, que la respeta, que busca el bien común, no solamente el satisfacer su enorme y enfermo ego. El niño Andrés Manuel, no puede ser un demócrata. El concepto de democracia no puede ser concebido por su mente enferma.

Sus proyectos lo benefician política y monetariamente, están hechos para durar años en construcción y sangrar a la nación de manera constante para alimentar sus arcas y como un desvío constante hacia sus verdaderos intereses. 

El tren Maya lo beneficia directamente, está diseñado para que una estación esté cerca de su rancho, también de las propiedades de su prima Felipa, la de los contratos de PEMEX, y también de propiedades de su hermano Pío, el de las bolsas de dinero con aportaciones del pueblo bueno para que el niño Andrés Manuel llegara a su soñado Palacio. Por cierto, todos los ingresos que produzca el tren Maya no serán para los indígenas a quienes expropiaron sus tierras, ni para medicinas de todos los ciudadanos que, con nuestros impuestos, estamos construyendo el tren soñado del niño Andrés Manuel. Las miles de hectáreas de bosque devastado, la destrucción de la biósfera, tendrá un beneficiario directo: El ejército.

Alguien tiene que defender al niño Andrés Manuel. Por si aquellos que lo llevaron al poder se molestan y en un acto de democracia, lo quitan del lugar en el que lo pusieron, el niño pueda aferrarse a su palacio con el poder militar de su lado.

 Este niño caprichoso aprendió de sus compañeros de juego: el General Fidel Castro, el general Hugo Chávez, su gran amigo Evo Morales, y otros muchos niños malcriados que llevaron a la ruina a sus países simplemente por cumplir sus caprichos. En sus países, estos niños tuvieron ciudadanos consecuentes con sus caprichos, temerosos de sus berrinches. Las consecuencias han sido devastadoras.  Las conductas dictatoriales y anti democráticas, llevan irremediablemente a la destrucción de las naciones.

Hoy en México tenemos al presidente más emocional y psicológicamente más débil en la historia de este país. Sus delirios, su inestabilidad mental, ya son un factor que está afectando la vida de millones de mexicanos. El niño Andrés Manuel, no tiene la mente preparada para el rechazo. Sus respuestas, violentas y agresivas, demuestran que la realidad lo destroza, y en respuesta, como todo niño malcriado, destruye todo lo que se le ponga a su paso. La destrucción debe detenerse, y puede ser detenida en las urnas el próximo 6 de junio.