El problema de la educación en México es mucho más complejo de lo que parece, partamos de la extraordinaria desigualdad entre la educación pública y la privada. La educación pública está secuestrada, desde hace décadas, por los sindicatos de maestros, que más bien son una especie de fuerza de choque político, un gran botín para aquellos que están o aspiran al poder. Entonces más allá de ser los grandes educadores de la nación, en realidad se convierten en “votantes cautivos”, que votarán y ejercerán su influencia sobre alumnos y padres de familia para favorecer a un determinado partido o candidato. Esto lo ha convertido en expertos en marchas, en un sector que sabe la fuerza política que representa, y chantajea a cualquier Gobierno en cualquier época.
Tampoco es posible generalizar, hay muchos maestros sindicalizados muy comprometidos con la educación de sus alumnos, y que enseñan por amor a la educación, a pesar de las malas condiciones, de las presiones de los sindicatos, de tantas condiciones en contra, todos los días salen a trabajar con el propósito de preparar para la vida. Desafortunadamente este tipo de maestros son minoría, y más allá de protestar, con el riesgo de perder su plaza e incluso ser amedrentados y desprestigiados, tienen que adaptarse al sistema de su sindicato y soportar todo lo que haya que soportar.
Para generar igualdad de oportunidades necesitamos educación. Tristemente en México, la educación ha generado una mayor desigualdad. En la década de los sesentas los maestros marchaban al grito de “Igualdad en la educación, educación primero al hijo de obrero, educación después al hijo del burgués”. Pero hoy, el concepto “obrero” se cambió a “pobre” y el concepto “burgués” se cambió a fifí. Aquí se empiezan a notar las diferencias, porque aquel que asiste a una escuela pública comprende al chantaje como medio de supervivencia, y “revolución” como quitarle algo a los que tienen, o “huelga” como una forma de dejar de trabajar mientras el patrón sigue pagando.
Hay otro problema. Si se va a educar al hijo del obrero para que siga siendo obrero, poco se habrá ganado, pues el hijo del empresario estará siendo educado para ser empresario. Aquí se aplica el concepto llamado “inmovilidad social”, que básicamente se refiere a que quien nace en clases bajas, será de clases bajas el resto de su vida, lo mismo en clase media y así sucesivamente. En México está muy arraigada la costumbre de victimizarse, esto es, nada es culpa del individuo, todo es culpa de alguien más. Así escuchamos a quien añora un pasado, que posiblemente, nunca existió, donde los aztecas eran una gran cultura y llegaron los españoles y destruyeron todo y por eso somos pobres. También es común el caso de que vivíamos en una “bonanza petrolera”, dónde se iba a “administrar la riqueza”, pero como somos un pueblo que le llueven las desgracias, entre los políticos, el temblor del ’85 y muchas otras situaciones, se evitó que toda esa riqueza llegara a traducirse en bienestar para los mexicanos.
Aparte de la desigualdad de las clases sociales y la victimización social, seguimos un modelo educativo de hace dos siglos donde todos los estudiantes son tratados por igual, aunque cada uno tenga diferentes talentos y orientaciones profesionales. Esto crea frustración, pues existen diferentes tipos de inteligencia, no únicamente la que facilita las matemáticas. Es un modelo que fomenta la memoria y muy poco el razonamiento. Este modelo está agotado.
Aún cuando el estudiante termine primaria, secundaria, preparatoria o bachiller, va a ser bastante complicado que pueda ingresar a una Universidad Pública, esto por falta de capacidad, cupo o palancas. Si llega a ingresar a la Universidad, se va topar con que los planes de estudio están muy alejados de la realidad del mercado laboral, que tienen materias innecesarias y otros conocimientos que sí son necesarios, no los cursaron. Hay Universidades con planes de estudio diseñados en la UNAM en la década de los 70’s del siglo pasado.
La pandemia de COVID-19 trajo una crisis en el sector educativo que bien pudo haber sido aprovechada por el Gobierno para lograr una verdadera transformación. La forma de emparejar el terreno que se facilitara el acceso a la educación, es por medio de Internet. De una red nacional de Internet gratuito, que tuviera acceso únicamente a páginas con contenido educativo, libros, los principales medios de comunicación, locales, nacionales e internacionales, que facilitaran la investigación y permitiera al estudiante encontrar una mejor orientación vocacional y un mayor contacto con expertos en los diferentes temas, pero muy al estilo AMLO, fue mejor desviar recurso a las televisoras de siempre, que apoyar la base de la sociedad, la educación.
Un pueblo desinformado será fácilmente manipulable. Recientemente el presidente declaró que era preferible dar el pescado a los pobres que enseñarlos a pescar. Ese es el principio de una dependencia no deseable de un pueblo que se siente cómodo en el papel de víctima y un gobierno cómodo en el papel de ser el único proveedor. Comida a cambio de votos.
Para finalizar, es lamentable la situación que viven las familias mexicanas al verse obligados a educar, por medio de programas televisivos a sus hijos, porque quienes tenemos hijos, sabemos que no es posible frente a una pantalla sin interactuar. Hay casos aun más dramáticos donde por motivos de trabajo, los alumnos quedan sin ninguna supervisión. El conocimiento se refuerza al comprobarlo, al no haber tareas o exámenes, gran parte de lo que se debería aprender, queda simplemente en el limbo.
Temas aparte son el patético rechazo del presidente López a la ciencia y tecnología y la absurda guerra del gobernador Barbosa en contra de la Universidades privadas. Todavía queda mucho por analizar y mucho más por hacer.
Es posible revertir la situación de la educación en México, se requiere del compromiso y la dedicación de absolutamente todos los mexicanos, es una labor titánica, pero necesaria, o ¿es que acaso como mexicanos ya no podemos aspirar a algo mejor?