Estatismo mexicano

UTOPÍA Y REALIDAD

Por Amado Berra

Un agente ajeno a nosotros nos está dando la mayor lección de todas, una lección que ni la historia ni la epistemología han logrado calar en la sociedad, y que jamás lo harán: nuestra sociedad es demasiado frágil y egoísta.


Un microorganismo, prácticamente invisible, logró poner en jaque a la economía global como no se había visto desde la década de los 30’s, tendido sobre alfileres de incertidumbre y penumbra el futuro de 5 continentes, al igual que el sistema salubre de todas las naciones, reflejando la vulnerabilidad y falta de consideración que este sector sufre a pesar de lo indispensable que es. Ahora lo podemos notar con claridad.


El mundo está en debate por un tópico que supone una entelequia por la complejidad que implica, dado a que la preservación de uno significaría el descuido del otro: salud y economía. Pero, ¿qué rumbo está tomando nuestro país?
Hoy, en México, el coronavirus ha expuesto muchísimos más puntos débiles que fortalezas desde el ámbito político hasta el social, denotando, en primera instancia, la precaria lectura del manejo de un país ante una contingencia de orden prioritario en materia sanitaria, tal como se visto en el reiterativo discurso sin plan de acción operativo al que se ve sometida la sociedad mexicana por parte del gabinete del ejecutivo, aunado a incongruencias en el actuar del mismo, agregado a que la tasa de infectados por Covid-19 en el país es alarmante, pues desde el primer caso confirmado el 28 de febrero al 28 de marzo se registraron más de 700 casos confirmados tan sólo en ese inter de tiempo.

A comparación de otros países como Canadá, quien se vió infectado el 26 de enero, sólo registró 13 infectados al mes siguiente. Actualmente este último tiene registro de más de 13 mil infectados, comparación de México con más de 3 mil pacientes confirmados, aunque de acuerdo al modelo de vigilancia Centinela y falla técnicas que este presenta, se presume que podrían rondar el supuesto de los 20 mil casos de pacientes con neumonía atípica.


Igualmente, caso omiso a la situación laboral de PyMES que representan el 57 por ciento del PIB y el 70 por ciento de los empleos directos e indirectos en el país, sin mencionar la falta de estímulos fiscales para este sector en situación de colapso, destinando dinero bueno al malo producto de recortes al gasto público hacia una utópica petrolera en quiebra con pésima reputación crediticia en el peor momento para las empresas de combustibles fósiles.

Dicha falta de estímulos fiscales para esta situación de crisis crearían un entorno de menor perplejidad que mitigarían la recesión en gran medida, determinando reformas contracíclica que, si bien es cierto, no nos dejaría exentos de un déficit, nos ayudarían a amortiguar lo que venga de corto a mediano plazo.


México no ha dado el gran paso a la transformación que tanto pide a gritos, la alternativa de un gobierno de socialdemocracia abría la puerta a un corte de caja en la perspectiva de cómo se debía manejar un país; que el discurso de la erradicación de la acumulación de riquezas por unos cuantos sería un hecho; y que el progreso del que México es digno sea una realidad, pero estamos lejos de ello.


El estatismo ha sido sinónimo de gobernación del pueblo para el pueblo, ha sido tomar las riendas del poder por manos de quien debe llevar el mando, por manos de un líder, pero la visión que ha creado el gobierno actual ha caído en una conceptualización cesarista que ha impulsado su cargo al egocentrismo y la necedad, más no al servicio del Estado y distorsionando su doctrina que tanto lo ha caracterizado a lo largo de los años. Los proyectos de campaña traerán progreso de algún modo, es cierto, pero aferrarse a proyectos capricho, seudo ideologías progresistas y programas sociales clientelares que potencian su imagen política antes de asegurar el bienestar de toda una nación -sector vulnerable, en especial-, deja mucho que desear de un partido que suponía la verdad, resultando ser más de lo mismo.