Casi cuatro años han bastado con Andrés Manuel López Obrador frente al poder de nuestro país, para que se empiece a desmoronar lo que prometió desde el año 2000, cuando perdió frente a Vicente Fox Quezada.
Han pasado 22 años desde que López Obrador auguraba un pueblo alabandolo a él y por supuesto idolatrando sus propuestas, ya desde entonces, proclamando ser el mejor presidente que tendría México, y la realidad es que hoy, a más de dos décadas de trabajo que lo llevaron al codiciado trono, todo parece empezar a caer por su propio peso.
Con esto me refiero al patético resultado de la consulta popular de este domingo, donde no alcanzó ni el 20% del padrón electoral en votación, si bien hay que rescatar que más del 90% que sí votó aún lo prefiere en el poder, también hay que destacar que esa “ola Morena” ya no tiene el impacto que tuvo en el 2018.
Luego se avecina un acontecimiento histórico en el que si bien Morena cuenta con la mitad de la bancada de San Lázaro a su favor, no le alcanzará para que se apruebe la Reforma Energética, ya que se necesita el voto a favor de dos terceras partes de la Cámara baja para que se ejecute.
Estos hechos hay que contemplarlos porque van a influir en el camino del 2024, de entrada porque Morena ya no tiene la fuerza que tenía hasta hace cuatro años ni si quiera con Andrés Manuel al frente, y luego porque sus proyectos, muy entusiastas, ya penden de un hilo por el sobrecosto y la mala calidad de las mismas.
El 2022 es la antesala de lo que podría perder Morena y sus secuaces si sigue por el camino de repartir becas y pensiones en lugar de apostarle a una democracia que pregonaba como eslogan político y que resultó ser una estrategia de marketing, mal hecha por cierto.