Durante mucho tiempo, pensé que la cuarta transformación se trataba de infundir miedo a la población, miedo de perder los programas sociales, miedo de haber apostado y votado por el partido y el líder equivocado, miedo de regresar a un pasado que les vendieron como lo peor que le había sucedido al país.
Estaba en un error muy grande. El verdadero miedo viene del presidente de la República. López Obrador gobierna desde sus propios miedos, gobierna influenciado por sus propios demonios. Se sabe ignorante, sabe que no está capacitado para gobernar este país, sabe que, a lo mucho, es un cacique de pueblo, muy imitado en sus capacidades, desconocedor de cómo funciona el mundo del año 2021, inmerso en una insoportable soledad que le da el desconfiar de todo lo que no conoce, que es, prácticamente el mundo entero, la soledad que le da el confiar en la lealtad más que en la capacidad, que resulta que ha confiado en una banda de perfectos defraudadores, que le mienten abiertamente, desde su propia familia, empezando por Pío y Felipa, siguiendo por Manuel Bartlett, Rocío Nahle, Irma Eréndira Sandoval, Ricardo Monreal y familia, y un sinfín de delincuentes que rodean a aquel que era la esperanza de millones de mexicanos.
López Obrador gobierna desde sus propios miedos. Se le nota no miedo, sino terror cuando se le insinúa que Morena perderá la mayoría en el Congreso. Sabe que no puede rendir cuentas, es un delincuente confeso, que ha liberado criminales, que ha causado daño patrimonial a la Nación, que carga con medio millón de muertos por sus imprudentes políticas para manejar la pandemia, que hay millones de desempleados que saben que su mala situación es razón del abandono de un gobierno insensible y ajeno al verdadero sentir del pueblo, sí, de ese que llama el pueblo bueno.
Andrés Manuel siempre tuvo miedo, así lo expresó siempre. Nunca pudo soportar la derrota del 2006, ni la de 2012, siempre argumentando fraudes sin comprobarlos, siempre victimizándose sin aceptar que, en esas elecciones, simplemente no fue el elegido. Pero en 2018 sí lo fue, y fue ratificado por el Instituto Nacional Electoral, sí, el mismo que ajora quiere desaparecer, y lo quiere desaparecer porque tiene miedo que le demuestren que la gente, el pueblo bueno, ya no lo quiere en el poder, ya no cree en sus mentiras. El pueblo le dio oportunidad de gobernar y lo defraudó, Andrés Manuel lo sabe, y está aterrorizado.
¿Cómo decirle al ama de casa que todo está bien, cuando el dinero ya no alcanza, ya todos los productos básicos han aumentado sus precios? ¿Cómo decir qué todo está bien cuando a todos se nos han muerto familiares y amigos a causa de su mal manejo de la pandemia? Todos lo escuchamos en aquel 2020, decir que salieran, que no pasaba nada, que se abrazaran, que el COVID-19 era insignificante, que ya se había domado la pandemia, que los “detente” eran suficientes, que el COVID-19 solamente les daba a los ricos y los corruptos. Muchos creyeron en sus mentiras, para después ver a sus familiares y amigos muertos, a familias que quedaron endeudadas por salvar a sus miembros de la enfermedad
El país entero está hundido en una ola de inseguridad que parece ya imparable. La impunidad es tanta, que el propio presidente viola las leyes electorales cada mañana. Es capaz de viajar al punto más recóndito del triángulo dorado entre Sinaloa y Durango para saludar de mano a madre del chapo Guzmán, pero es incapaz de viajar 20 minutos para ir a Tláhuac a dar el pésame a los familiares de las víctimas de la línea 12 del metro.
Estamos gobernados por el miedo de un hombre diminuto, que se encontró y aprovechó del resentimiento de un pueblo para ascender al poder, que se ayudó de las esperanzas de la gente para construir un gobierno con lo peor del pasado y la escoria del presente. El miedo es ignorancia, y estamos gobernados por la ignorancia misma, por aquel que miente abiertamente, por el engañador, que se engaña cada mañana posicionándose como el salvador de México, cuando en realidad, es su verdugo.
Andrés Manuel ya está en los libros de historia, pero no de la forma que él quisiera, sino como el mayor destructor de México. Por qué, si alguna vez hubo un fraude en la política mexicana, ese fraude se llama Andrés Manuel López Obrador. El error más caro de la historia. Este pseudo-emperador de Palacio Nacional sabe de su incapacidad, se sabe inferior, por eso destruye, por eso amenaza a todo aquello que signifique competencia para él, porque se sabe incompetente, y sabe que dirige un equipo de ambiciosos e incompetentes, una jauría de políticos hambrientos de poder y dinero, qué están muy lejos de estar a la altura de lo que este gran país requiere.
Si los candidatos de Morena tienen como mejor argumento “estar con ya saben quién”, y “apoyarlo en todo”, entonces votar por Morena es un voto por el miedo, por el miedo de un personaje que nos ha sumido en la miseria y la inseguridad, causa de sus propias miserias e inseguridades.
No podemos permitir que el miedo vuelva a gobernar este país, salgamos a votar, a elegir un futuro brillante para este hermoso país, un futuro sin miedo a caminar en la calle, un país de unidad y no de división, un país de prosperidad y progreso, lejos, muy lejos del país de resentimiento, miedo y venganza que pretende esta llamada cuarta transformación.