Un joven de apenas 19 años fue hallado sin vida dentro de un automóvil gris, víctima de un ataque armado que lo arrebató de este mundo con una violencia que aún resuena en la memoria colectiva.

Según los primeros reportes, el muchacho recibió dos disparos en el cuello y uno en la cabeza, heridas que no le dejaron oportunidad alguna. Paramédicos de la Cruz Roja confirmaron que ya no contaba con signos vitales al llegar al sitio. Su cuerpo quedó en el asiento del copiloto, como un retrato devastador de la fragilidad de la vida en tiempos de violencia.

Elementos de la Policía Estatal y Municipal acordonaron la zona, mientras la Fiscalía General del Estado levantaba indicios, revisaba el vehículo y recababa testimonios. El cuerpo fue trasladado al anfiteatro de Tepeaca para realizar la necropsia de ley, pieza clave para esclarecer las circunstancias exactas del crimen.

Aunque aún no se confirma el móvil, fuentes cercanas a la investigación no descartan que se trate de un ajuste de cuentas entre grupos criminales. Sin embargo, las autoridades mantienen abiertas varias líneas de investigación.

La muerte de un joven de apenas 19 años debería sacudirnos más allá de la estadística. No hablamos de un número en una carpeta de investigación, sino de una vida truncada, de sueños apagados y de una comunidad que hoy vive con miedo. Cada homicidio en Puebla no solo mata a la víctima: erosiona la confianza, desgasta la esperanza y fractura la paz social.

El reto para las autoridades es claro: que la justicia no se quede en papeles y que la violencia no siga siendo la noticia cotidiana en Tepeaca y en todo Puebla.

Fuente: Puebla en Línea