La vida de la alcaldesa Norma Layón, nunca estuvo verdaderamente ligada a Texmelucan. Si bien es cierto que su padre, el señor Raúl Layón hizo una buena parte de su fortuna vendiendo tela a los comerciantes de la región, tanto Norma como sus hermanos dejaron de vivir en San Martín hace ya muchos años. La hoy presidenta municipal de Texmelucan, nunca ocultó sus intensiones de, algún día, gobernar este municipio.
La oportunidad se presentó de manera inmejorable con el efecto de López Obrador y el nacimiento de MORENA. A pesar de la férrea oposición de la mayoría de los fundadores de este partido en Texmelucan, Norma Layón se las arregló, no se sabe bien a bien cómo, aunque los rumores dicen que fue gracias a su papá que obtuvo la candidatura a la alcaldía de dicho municipio. Su triunfo era esperado, la gran incógnita era ver de qué manera conformaba su equipo de trabajo, pues nunca había ocupado puesto político alguno, ni tenía relación cercana con la clase política Texmeluquense y mucho menos con la clase empresarial.
Entonces recurrió al viejo truco de la parentela. Siendo de ascendencia libanesa, pues se acercó a los que se dicen ser sus parientes para obtener asesoría acerca del teje y maneje de la población, e incluso colocarlos en puestos de gobierno. Desafortunadamente, estas familias, que en el bajo mundo son conocidos como los “árabes”, valga la expresión, si bien son empresarios reconocidos, muy trabajadores y por demás exitosos, no representan realmente el sentir de la población y tampoco conocen la complejidad de un municipio tan basto y diverso.
Otra vez, se cometió el mismo error de administraciones pasadas, personas con buenas intenciones que, al desconocer de política, y, sobre todo, de la política a nivel local, se rodean de asesores con agendas personales, que anteponen sus intereses a los de la población.
El primer gran choque se produce cuando trató, afortunadamente sin éxito, de convertir la muy transitada calle Altamirano, en su tramo entre la calle 16 de septiembre y Libertad, en un “mercado de antojitos”. Desde ahí, ya se notaba la asesoría de ciertos personajes. Lo mismo sucedió con la intensión de sacar al transporte público proveniente del vecino estado de Tlaxcala, para beneficiar, como no queriendo la cosa, a otro miembro de la parentela de ascendencia libanesa.
En una burda jugada política, que más bien pareció un premio de consolación, se colocó a José Galindo Yamak al frente del Consejo Ciudadano de Seguridad Pública. Esto después de que sospechosamente renunciara la Lic. Gloria Vázquez y José Galindo tuviera que tomar protesta “en lo oscurito”.
El muy conocido Pepe Galindo, a pesar de ser muy conocido en sus redes sociales, no ha podido tener realmente una carrera política exitosa. Y había participado en la administración de Rafael Núñez, sin grandes resultados, a pesar de gran proyección que se le dio.
Si bien este cargo es Honorífico, si representa, o debería de representar, una voz ciudadana tan necesaria en situaciones como la que vivieron en días pasados los empresarios golpeados por los agentes de tránsito. Tener “personas a modo”, que “no hagan grilla” tiene consecuencias también. Galindo Yamak se ha dedicado a su promoción personal, esperando que, “ahora sí”, le den la tan ansiada candidatura a la Diputación Local, o, que mejor, por la vía plurinominal. Por tal razón, se le puede ver entregando ayudas en el DIF municipal, y actuando abiertamente como un miembro del Ayuntamiento y no como el representante de la ciudadanía ante los problemas, ya muy graves, de seguridad en el municipio.
En el reciente conflicto en el que se vieron afectados reconocidos empresarios Texmeluquenses, el flamante presidente del Consejo Ciudadano de Seguridad no ha dado la cara y brilla por su ausencia. Era una oportunidad imperdible de demostrar liderazgo y posicionarse, ahora sí, a una buena carrera política.
La C. Norma Layón se equivocó escandalosamente de asesores, incluído el de Comunicación Social, que dicho sea de paso, no da una al igual que el director de ésta misma área, pero parece que la presidenta ni con su equipo más cercano maneja eso que se llama comunicación, pues no son laboralmente capaces ni de desarrollar un discurso con forma política que convezca a los ciudadanos de que sí le interesa San Martín.
Posiblemente hoy se empiece a dar cuenta que es bastante complicado gobernar un municipio, y más si no se tienen los conocimientos ni el carácter necesario. Porque tener carácter no es gritar un día y esconderse al siguiente, es afrontar con responsabilidad los resultados de las acciones y corregir en caso necesario, por muy doloroso que sea, si se atentan contra los intereses de sus parientes.
Este es el momento de dar un giro al timón y crear un nuevo Consejo Ciudadano de Seguridad que realmente sea representativo de la población, y el cuál en su totalidad se comprometa a escuchar y tratar de dar solución a los múltiples problemas que aquejan a la población.
La alcaldesa y su equipo debe entender que si no pueden con el cargo deben dejárselo a alguien que sí quiera afrontar la situación y darle solución. Este municipio no se puede gobernar desde un café en Angelópolis. El compromiso es muy grande, y ya va siendo tiempo de darle solución.