La Auditoría Superior de la Federación (ASF), anunció que el costo por la cancelación del Nuevo Aeropuerto de la ciudad de México (NAIM), es de 332 mil millones de pesos. Para dimensionar esta cifra, pensemos que esos 332 mil millones de pesos representan 5 veces el gasto en medicinas del IMSS para 2021. Si el aeropuerto NO se hubiera cancelado el IMSS podría haber quintuplicado su gasto en medicinas. Hay que dejar bien claro, los 332 mil millones de pesos se fueron a la basura, eso costó destruir lo que sería el nuevo aeropuerto. Es inaudito que la cancelación del NAIM haya costado más que terminarlo y encima a eso añadirle el sobrecosto del elefante blanco en Santa Lucía. La próxima administración deberá fincar responsabilidades penales y administrativas a los responsables de este desfalco a la nación. En palabras sencillas, no tenemos ni dinero ni aeropuerto.
El pretexto para cancelar el NAIM fue la corrupción, reforzada por una campaña mediática de “salvemos al Lago de Texcoco”, que ahora sabemos que no había tal lago, lo que existe es un vaso regulador, el Nabor Carrillo, que es esencialmente un basurero y depósito de aguas negras. No ha presentado una sola denuncia por actos de corrupción en el NAIM ¿Por qué entonces, su cancelación costará al erario 332 mil millones de pesos? Para demostrar que el presidente puede todo, aún lo más dañino y absurdo. ¡Fue un acto de poder para reafirmarse en su ego!
Se canceló ese proyecto porque no venía emanado de él. Fue acto de arrogancia bajo el pretexto del alto costo del mismo y de la corrupción, nada más falso. En realidad, se trató de un acto de poder. Ese fue el mensaje a los inversionistas para que vean a lo que se pueden enfrentar, “si soy capaz de tirar un aeropuerto, que no podré hacer si no se alinean”. El capricho de cancelar el aeropuerto se llama daño patrimonial.
Muy caro resultó el manotazo “para que vean quién manda aquí”. No solo son los 332 mil millones; hay que agregarle el costo de toda la inversión privada que no se realizó (en todos los sectores) y el PIB que no se generó por un estúpido capricho. Y nunca se probó que había corrupción. Recordemos que Javier Jiménez Espriu, entonces Secretario de Comunicaciones y Transportes y amigo personal de López Obrador, no firmó la cancelación del NAIM, tampoco el presidente. Le dejaron el paquete a un funcionario de tercer nivel. Sabían el daño que hacían y buscaron evitar la responsabilidad del mismo. Todavía Jiménez Espriu tuvo el descaro de anunciar en una de sus últimas conferencias de prensa, que no se habían encontrado irregularidades en la construcción del NAIM.
Desafortunadamente, la cancelación del NAIM no es el único capricho de AMLO que puede y muy posiblemente sea la causa de pérdidas multimillonarias para el país. La Iniciativa del presidente para la Comisión Federal de Electricidad, va a significar muchos juicios, muchas indemnizaciones, que, como ya vimos en el caso del NAIM, cuestan mucho dinero, dinero que hace mucha falta en medicamentos, en hospitales, en apoyos a los micro y pequeños empresarios, en seguridad, y en tantas necesidades que ya resultan más que urgentes en nuestro país. El presidente López Obrador actúa más por ego, por satisfacer sus caprichos y demostrar quién es el que manda, que por las necesidades de los mexicanos.
El monumental ego del presidente encubre su gran complejo de inferioridad, por eso impone irracionalmente, castiga y ofende desde la investidura presidencial. Este lunes acusó de “traidores a la patria” a los abogados que litiguen contra su reforma eléctrica. Defender la constitución, nuestros derechos como consumidor, el derecho a un ambiente limpio, el derecho a hacer empresa legítimamente y legalmente NO es traición a la patria. Querer imponer sus caprichos por encima de la Constitución si es traición. En este País, todos los ciudadanos y organizaciones tienen derecho a una representación legal. Aunque López Obrador calumnie a los abogados que los defienden imputándoles traición a la Patria.
Resulta muy peligroso que, desde el podio presidencial, se acuse de Traición a la Patria a quien no esté de acuerdo, indudablemente estamos ante un acto de traición a la democracia, constitución y debido proceso. Peligrosos los caminos a los que lleva esta violencia declarativa. En un País con tanta pobreza, tirar el dinero por cancelar el aeropuerto, eso SÍ es traición a la Patria. La corrupción por asignaciones directas, eso Sí es traición a la Patria. Traición a la Patria es emplear los recursos aportados por el pueblo para satisfacer caprichos personales, dilapidar el dinero por su mala administración.
López Obrador quiere instalar en México un régimen político en el que una sola persona pueda gobernar, sin someterse a ningún tipo de limitación, y con la facultad de promulgar y modificar leyes a su voluntad. ¿De qué le sirve la soberanía a una nación si está sometida a la tiranía de un solo hombre?
Darle el poder de dirección de una compañía o un gobierno a una persona que no está preparada y que no tiene una buena visión de hacia dónde se deben canalizar los esfuerzos y desarrollos es ir directo al fracaso. En otras palabras, el presidente trae unas ideas retrógradas. La llegada a la presidencia de AMLO generó sentimientos de renovación y esperanza. Sin embargo, a sólo dos años sabemos de su incapacidad para gobernar. México es hoy un país sin rumbo ni liderazgo, donde predomina la mentira, la calumnia, la opacidad, la violencia y la corrupción.
Llegó a la presidencia y en lugar de crear lazos con todos los sectores, se peleó con el empresarial, con los opositores, con los medios y hasta con el pueblo que no votó por él. Volvió la política un juego de dimes y diretes. Subyace en su actitud la incapacidad política de resolver inteligentemente los problemas.
La diferencia entre un ciego y un fanático es que el ciego sabe que no puede ver. Es hora de que los mexicanos veamos a quien elegimos como presidente. Los “otros datos” de López Obrador ya no son creíbles, la realidad lo ha rebasado y aunque sigan existiendo sus fanáticos y aplaudidores (pagados por el erario público, por cierto), son muchos más los mexicanos que ya no aceptan cualquier explicación que se les da. El gran error de Andrés Manuel López Obrador es pensar que somos un pueblo que no piensa y puede ser engañado descaradamente.