Pues sí, ante el vacío de nuevos liderazgos, regresa Ricardo Anaya. Aquel candidato que destrozó al PAN para conseguir su candidatura, aquel que hizo enrojecer de coraje en un debate al actual presidente, aquel que aguantó las envestidas del Gobierno de Peña Nieto para debilitarlo y evitar que hiciera sombra al candidato oficial.
Anaya es un hombre de ideas claras y frescas, que suele molestar bastante a la actual administración, simplemente porque habla directo. Ya hace algunas semanas se le involucró en el caso Odebrecht por supuestos sobornos, que supuestamente sucedieron cuando no era funcionario público. Pues, más tardó en hacer público su regreso a la vida pública de México que el inquisidor de la 4T, Santiago Nieto y su santa inquisición, la Unidad de Inteligencia Financiera, en abalanzarse sobre él, alguna vez, candidato presidencial.
En general, su regreso ha sido bien recibido por los principales actores políticos de oposición y por una respuesta, desde mi punto de vista, exagerada por parte del gobierno y sus fuerzas ocultas en redes sociales.
Si algo tenían en común Anaya y Meade en la elección de 2018, era que tenían propuestas congruentes, asequibles, factibles, de acuerdo a la realidad que vivía nuestro país en ese entonces. Se señalaban los problemas obvios y se proponían soluciones, ese debió ser el parámetro para los votantes y solamente el resentimiento y el odio. La realidad es que el hoy presidente López Obrador nunca tuvo propuestas que se acercaran ni remotamente a las de sus contrincantes.
Quizá esa sea la razón de la inmediata y aplastante respuesta del gobierno al regreso de Anaya. Dada la situación del país, es muy probable que los votantes, ahora sí, escuchen con atención las propuestas y se empiecen a construir las futuras candidaturas. Aunque es muy temprano para hablar del 2024, si se puede y se debe hablar del 2021. Desde la muy probable reestructuración del congreso, ya se pueden empezar a construir candidatos firmes rumbo a la sucesión presidencial. Ahí es dónde para Anaya se presenta una nueva oportunidad.
Se esperarían más regresos de personajes de la vida política del país, lo cual resultaría positivo si vienen acompañados de propuestas y no nada señalando los errores y problemas obvios que ya todos conocemos.
El gran reto está en que todos estos personajes ya conocidos, y los que nos falte por conocer logren la conciliación, y sigan un camino en el que predominen los intereses de la mayoría por encima de los propios.
El manifiesto presentado por 650 personajes de la vida pública de México ya representa un grupo importante de personas preparadas, que, unidas en un frente común, realmente puedan marcar diferencia en el futuro inmediato. Sería extraordinario que se presentara un igual número de personajes de tal importancia manifestándose a favor del gobierno actual, con propuestas y no resentimientos, sería bueno que surgieran de ambos bandos personajes que puedan aportar soluciones y no solamente descalificaciones.
El regreso de Ricardo Anaya, espero, detone un debate de mayor altura en cuanto a ideas. Esperemos que no quede solamente en buenas intenciones.