El caso del bebé Tadeo fue la gota que derramó el vaso al interior del penal de San Miguel y que evidenció la falta de gobernabilidad en la prisión, donde mandan los malos y de ninguna manera están reformando lo que ya está torcido, decía mi padre “árbol que crece torcido, jamás su tronco endereza”.
Seguimos esperando la palabra final de una investigación que quién sabe si continuó, porque el caso del bebé Tadeo culminó con un “carpetazo”, pero nunca se esclareció y todavía no terminan con él, cuando ya tienen encima la sospechosa intoxicación de tres reos, de los cuales murieron dos.
Sospechosa sí, porque según las declaraciones del gobernador Miguel Barbosa, éstos se intoxicaron por consumir jugos mezclados con gel antibacterial y lociones y reconoció que “es muy complicado vigilarlos”, con lo que admite que el manejo del penal ya se le salió de control o mejor dicho, nunca lo tuvo. Pero es una realidad que no debe descartarse la conexión de los “intoxicados” con la permanente lucha por el control del penal porque nadie escapa a eso, mientras las autoridades siguen sin dar una.
Ahora pasó de ser un penal de delincuentes peligrosos a uno de delincuentes de cuello blanco, a ver si así empiezan a tener el control en su interior, controlando por lo menos al ex auditor Francisco Romero Serrano que ya durmió desde anoche en el penal y todo indica que le hará compañía el secretario de Movilidad y Transporte, Guillermo Aréchiga, quien fue detenido ayer, por eso la decisión de trasladar a 20 reos a penales federales en Michoacán y Oaxaca, donde destacan los operadores del huachicol, el narcomenudeo entre otros, catalogados como “muy peligrosos” y que en una de esas mucho tienen que ver con el bebé Tadeo.