El Sr. “J” es un comerciante establecido en San Martín Texmelucan. Es la tercera generación de comerciantes en ese establecimiento. Su abuelo, con muchos esfuerzos, pudo iniciar un pequeño negocio que con el tiempo prosperó y volvió emblemático del centro de esa ciudad.
Detrás de su cubrebocas, se le nota el rostro tenso, acaba de discutir con un posible cliente al que se le negó el acceso al negocio por no traer el cubrebocas. “La gente es muy inconsciente, no entienden que es peligroso para todos”, exclama un tanto molesto; “Les hicieron creer que el cubrebocas no sirve, y mira las consecuencias”. Continúa, en ese momento se acerca un servidor público uniformado al que, inmediatamente le da la mano y dice: “para los tamales”, después dice: “pero eso sí, si llegan los inspectores y encuentran un cliente sin cubrebocas en el negocio, luego luego quieren clausurarlo, no hay más que darles para el refresco”.
Llega otro aparente servidor público, este portando un gafete y le mecánica es la misma: “¿Todo en orden patrón?”, le preguntan, a lo que él responde únicamente asentando la cabeza. Exclama: “Y si te quejas sale peor, se te vienen todos encima”, menciona refiriéndose a un grupo de uniformados que se ubica muy cerca de su negocio.
“Las ventas están muy bajas, y luego estos (refiriéndose a los servidores públicos) hacen cola todos los días, he bajado casi 15 kilos de puros corajes. En la semana se robaron la camioneta de un proveedor aquí en la entrada. Ya ni nos quieren surtir, ya no se quieren ni acercar a San Martín”, se lamenta el Sr. “J”.
“Alguna vez quisimos quejarnos, y la señora presidenta nos trató de ignorantes. Si un ignorante es aquel que desconoce algo, entonces la señora es la ignorante, porque desconoce lo que hacen sus mandaderos estos, yo voté todo Morena, no sabes cómo me arrepiento, estos están más hambreados que nunca”, dice mientras se aleja visiblemente frustrado por la situación.
No muy lejos de ahí, está el puesto de la Sra. “M”, quien ha sido comerciante ambulante toda su vida, se enorgullece al mencionar que siempre ha estado en la misma organización. “Me quitaron de dónde estaba, aquí ya no se vende. Nos mintió la señora esa, nos dijo que nos iba a regresar a nuestro lugar y es la hora que nomás no. Además de quejarse de las ventas, va un poco más allá: “En la semana jalonearon a mi sobrina, ya se querían subir a una camioneta. De milagro se rompió su playera y se pudo soltar. Pues ya ve cuantos desaparecidos ya van, pero cuidadito y diga uno algo, porque sale peor. Los políticos son todos iguales, pero ésta presidenta es más cínica, encima que por nuestro apoyo ganó, todavía nos ningunea, así no se vale”.
Se nota un rostro desencajado. Se le quiebra un poco la voz mientras dice: “Pero va a ver, ya vienen los tiempos en que nos venga a pedir el apoyo, entonces sí me va a escuchar la señora esa”. Los rostros de los comerciantes del centro de San Martín Texmelucan, establecidos o ambulantes, expresan desesperación y desesperanza. El ambiente del mercado, otras veces festivo, ahora es gris, como lo es esta mañana. El entusiasmo con que en otros tiempos se ofrecían los productos, ahora es desgano, desilusión.
La gente de San Martín Texmelucan siempre ha sido un ejemplo a nivel nacional por su empuje, por sobreponerse a incendios, a inundaciones, a casi cualquier desgracia. Nunca antes se había notado este desanimo, esta impotencia para cambiar las cosas.
La realidad es que esta administración está ya muy rebasada. Los compromisos previos, pero, sobre todo, la falta de capacidad, la falta de oficio político, han sumido a este municipio en su peor crisis desde que se tenga memoria.
La prepotencia de estas autoridades ya es motivo de una molestia generalizada. La forma que tiene la Sra. Norma Layón de menospreciar, de tratar como ignorantes a los ciudadanos, muy pronto puede tener consecuencias graves. Hace unos días, en pleno centro de la ciudad, una patrulla de la policía Estatal estuvo involucrada en un accidente, donde hubo heridos graves. La frustración de la ciudadanía para con sus autoridades se dejó sentir, pues hubo un intento de linchamiento para el conductor de la patrulla.
Los ciudadanos no votaron por eso. Todos quieren que se acabe la corrupción, no que empeore; todos quieren seguridad, no desconfiar de las autoridades; quieren paz, no vivir en un constante miedo a todo y a todos.