Un vagón del Tren Maya descarriló en la tarde de este martes en Yucatán. Un carro de un convoy en la estación Izamal salió de su vía e invadió los rieles vecinos, según se observa en varios vídeos subidos a redes sociales. Las autoridades han reportado que no hay víctimas mortales ni heridos de gravedad. La inauguración de esta parte del megaproyecto —intersección entre los tramos 3 y 4—fue en diciembre de 2023.
La empresa Tren Maya ha sacado un comunicado en el que hablan de “un percance de vía al accesar a baja velocidad a los andenes de la estación”. Destacan que no hay usuarios heridos y que fueron trasladados en “autobuses de la empresa hasta sus destinos”. También anuncian una Comisión Dictaminadora para investigar el hecho.
También en redes sociales, algunos de los pasajeros han contado su experiencia. “Yo iba bien jetona y de repente vimos que el vagón se volteó bien culero”, comenta una mujer joven, “lo que explicó la Guardia Nacional es que había otro camión parado y nosotros chocamos y descarriló”. La pasajera comenta que en el vagón accidentado iban, justamente, las personas con problemas de movilidad.
El Tren Maya es uno de los megaproyectos mimados del sexenio de Andrés Manuel López Obrador. Con 1,544 kilómetros, el recorrido parte de Palenque (Chiapas) y realiza un recorrido circular por la Península de Yucatán. Su presupuesto programado fue de 150.000 millones de pesos, pero al final de 2024 llevaban gastados casi 500.000 millones de pesos.
El tramo 3 fue construido por la constructora mexicana Gami y la española Azvi junto a su filial Construcciones Urales; el 4 correspondió a las empresas mexicanas ICA y Grupo Carso. Este descarrilamiento parece compartir características con el que ocurrió en marzo de este año en la estación de Tixkokob, también en Yucatán y del tramo 3. En esa ocasión, el cuarto vagón del convoy descarriló y se salió de la vía cuando circulaba a 10 kilómetros por hora y le faltaban apenas 50 metros para detenerse, entonces tampoco hubo víctimas mortales ni heridos de gravedad.
Fuente: El País